Para ello, contaron tanto con la participación de un robot androide, examinando el papel de la posición del cuerpo con respecto a la capacidad del cerebro para “mapear” los nombres de los objetos, descubriendo que la consistencia en la postura y la relación espacial con respecto al objeto cuyo nombre se decía en voz alta, eran cruciales para conectar correctamente el objeto con su nombre.
El robot fue programado para asignar un nombre a los objetos a través de la asociación de una postura. El experimento se repitió luego con niños de entre 12 y 18 meses de edad.
Los resultados fueron prácticamente idénticos: el papel de la postura fue crucial en la conexión con los nombres de los objetos.
Fuente: sabias.es