Tampoco es probable que se pueda inventar una vacuna, así que lo mejor es intentar prevenirla.
Los síntomas de alarma se deben encender cuando alguien de nuestro entorno ya tiene algunos de los síntomas: diarrea, náuseas y vómitos o dolor en el abdomen. En ese momento, debemos alejarnos de esa persona, y más si tenemos niños pequeños, puesto que el período de incubación es muy corto: entre las 18 y 72 horas tras haber estado en contacto con el virus.
Si ya hemos cogido esa gripe estomacal, poco podemos hacer ante ella, porque prácticamente se cura sola. Esto no quita que sea un horror padecerlo: ir al baño constantemente, ya sea por vómitos o diarrea. Debemos intentar hidratarnos todo lo posible, a base de bebidas alcalinas o las bebidas isotónicas que utilizan los deportistas son un buen sustituto. Todo ello, para evitar la deshidratación. La deshidratación es peligrosa en todas las personas, pero más en los bebés, porque no pueden comunicarnos lo que les hace falta. En ese caso, lo mejor es acudir al pediatra, o llamar al servicio médico para consultar qué se puede hacer.
También es posible que tengamos otros síntomas, como la fiebre, o el dolor muscular. Aún así, debemos intentar comer algo, por supuesto, que pertenezcan a una dieta blanda: cereales, pan, o carnes magras. En la mayoría de los casos, todo se pasa en un par de días, aunque no haya tratamiento.
Para prevenir que el resto de la familia se contagie, lo único que se puede hacer es que se mantenga una correcta higiene: lavarse las manos después de estar con la persona, y al manipular los alimentos.