Cuando lo hace, genera un gas que forma burbujas, de modo que el 'crack' que oímos es precisamente la 'explosión' de esas bolas de gas. Por ello, precisamente, será necesario también que pasen alrededor de 20 minutos para volver a hacer crujir las articulaciones, ya que hay que dar tiempo para que el gas se forme de nuevo.
En este sentido, uno de los estudios más llamativos ha sido el realizado por el doctor Donald L. Unger, ganador del Ig Nobel en el 2009, premios alternativos a trabajos científicos poco convencionales, que decidió investigar si esta práctica podía provocar artritis.
Para ello, durante 60 años hizo crujir cada día un par de veces sólo los nudillos de su mano izquierda para comprobar después el grado de artritis de ambas manos.
¿La conclusión? Ni rastro de artritis en ninguna de las dos manos. El experimento fue narrado en un artículo publicado en 1998 y titulado Does Knuckle Cracking Lead to Arthritis of the Fingers?
Si estás pensando que lo que le ocurriera a Unger para ti no es suficiente, tranquilo, porque hay otras investigaciones más series que las del Ig Nobel, como el ya mencionado “The consequences of habitual knuckle cracking”.
Para llevarlo a cabo, en 1975 los investigadores le preguntaron a los 28 ancianos de un asilo de Los Ángeles si hacían sonar sus huesos habitualmente. La conclusión fue que aquellos que lo hacían tenían menos probabilidades de sufrir de osteoartritis en sus manos.
Si tampoco te convence, te diré que en una de las investigaciones más completas en esta materia, publicada en 2011 y titulada Knuckle Cracking and Hand Osteoarthritis se tenía en cuenta además no sólo si las personas estudiadas hacían crujir sus dedos, sino también cuántas veces lo hacían.
¿La conclusión? La misma que los anteriores: no hay diferencia, respecto a la osteoartritis, entre repetir el gesto a menudo o no hacerlo nunca.
Así que, al parecer, mientras los que más saben no digan lo contrario, puedes hacer crujir tus articulaciones las veces que quieras.
Fuente: correryfitness.com